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domingo, 9 de enero de 2011

..Los que saben dar sentido a la vida: Voluntarios: “Anónimos artistas”.

Ser voluntario es ser un ser humano, humano. Ser voluntario es entrar en la calle, en la casa, en el hospital, en la cárcel, en el pueblo y en la aldea donde haya un ser que sufre. Ser voluntario es entrar con el corazón, en el corazón del que lo pasa mal.

Cuando el voluntario visita a alguien que está solo, le cura la soledad; cuando le habla, le ayuda, le escucha y le siente: el solitario mejora de la soledad, que es (junto a otras) la enfermedad de los ancianos. Se sabe que el voluntario va a trabajar gratis, no va a ganar nada. Yo quiero negar esto: el voluntario va a ganar muchísimo, va a ganar el placer de ser útil, la risa de un anciano, la sonrisa de un enfermo, el abrazo de un niño sin padres o el cariño de un preso.

Hacerse voluntario también es salvarse del aburrimiento que acecha, salvarse de lo vulgar, de lo material, y os hace sentir que sois útiles, que sois solidarios, que sois amorosos, que sois importantes, que sois una aspirina inmensa, que quien os “cate”, se cura. Y os pido que a vuestros amigos y amigas les contagiéis de ese virus de bondad que tenéis, para que también sean nuevos voluntarios.

Más que un premio gordo de la lotería. Más que un premio Nobel de lo que sea,
recibe el voluntario cada noche al acostarse, recibe el voluntario que durante
unas horas al día ha alegrado a un triste, ha hecho sonreír a un enfermo,
ha paseado en su silla a uno que no puede pasear.

El premio del voluntario es que pasa a ser un artista.
El voluntario no ha pintado un cuadro, no ha hecho una escultura,
no ha inventado una música, no ha escrito un poema,
pero ha hecho una obra de arte con sus horas libres.
Todavía hay milagros, milagros demostrables,
que los hacen, los hacéis, y los harán los nuevos voluntarios.

Tomado de Boletín Digital No. 16. Mundo Solidario
Enviado por Rosa Acevedo.

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