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domingo, 6 de marzo de 2011

lesbiana violada.-


Por Valeria Flores – (SOY)
La aberrante noticia de la lesbiana sudafricana Millicent Gaika violada
"violaciones correctivas" en Sudafrica
durante cinco horas por un hombre que alardeaba de estar “curándola” de su homosexualidad puso en evidencia que en Sudáfrica las “violaciones correctivas” son una práctica corriente.
Sudáfrica captó la atención mundial el año pasado porque fue allí que, por primera vez en el continente, se desarrolló la Copa Mundial de Fútbol, el megaespectáculo deportivo que mueve a miles de personas y millones de dólares. Debido a su extensa repercusión mediática, los grupos activistas de derechos humanos utilizaron el evento para llamar la atención sobre las violaciones en las que todavía se incurre en el país o en los de los equipos participantes. Así, una de las noticias que rodaron por los campos de la comunicación alternativa fue que en Sudáfrica el aborto está despenalizado. Cuenta, desde el año 1996, con una ley de Libre Elección respecto a la Interrupción del Embarazo, cuya enmienda en el 2008 mejoró el acceso a los servicios de aborto, especialmente para las mujeres pobres, jóvenes y rurales. Desde su aplicación, la tasa de muertes por aborto inseguro ha disminuido un 91 por ciento.

Según la organización, cada semana más de 10 lesbianas son violadas o ultrajadas por pandillas sólo en Ciudad del Cabo. 150 mujeres son violadas cada día en Sudáfrica y, en la última década, 31 lesbianas han sido asesinadas a causa de su sexualidad. Por ello, sus activistas han realizado una petición de alcance masivo para que el gobierno condene públicamente las “violaciones correctivas”, ilegalice estos crímenes de odio y garantice su aplicación inmediata, junto con programas de educación pública y protección para las sobrevivientes.
En los últimos años, se registraron casos de lesbianas que expresaron públicamente su sexualidad y, luego de hacerlo, fueron víctimas del odio heterosexual.

La violación correctiva es una práctica criminal, a través de la cual los hombres violan lesbianas, supuestamente como medio para “curar” su orientación sexual y convertirlas en una mujer “auténtica”, es decir, heterosexual. Históricamente, la violación fue —y continúa siendo— un modo de control y disciplinamiento heteropatriarcal de los cuerpos de las mujeres y de algunos hombres. No obstante, hay una diferencia que se moviliza en la violación correctiva, al ser una forma de tortura ejercida para castigar y rectificar el deseo “equivocado”. Pensar que el acto sexual forzado es lo que produciría el rito de transformación de la identidad implica una doble operación de reducción de los cuerpos lesbianos a un estatus inferior. Por un lado, la identidad lésbica queda reducida exclusivamente a una práctica sexual, y por otro, es la práctica penetrativa de los machos —de manera excluyente— la que tiene el poder fundante y ontológico de conversión.
La violación correctiva forma parte de ese conjunto de técnicas correctivas dispuestas por la heteronormatividad, como el encierro, el electroshock, los tratamientos hormonales y farmacológicos, las terapias de conversión, entre otras, que actúan como el brazo armado de un sistema cuya eficacia en la producción de normalidad ha fracasado.

Daniela Bascopé narra cómo aceptó el cáncer y lo venció


Asumir que se tiene cáncer nunca resulta sencillo. La línea divisoria entre vivir o morir sólo puede trazarla quien padece la enfermedad. Esto fue lo que hizo la actriz Daniela Bascopé, quien hace más de un año sufrió de un tipo de cáncer en el sistema linfático, al cual decidió sacar de su vida. Y lo logró.
Hoy no sólo está renovada hasta las células, sino que ya emprendió nuevos compromisos laborales y saldó su propia deuda emocional con el lanzamiento de su libro: Vencer y Vivir
"¿Que si tuve miedo?... Claro que sí", señala Daniela, quien asume con total seguridad que la experiencia que vivió no fue un incidente."Esas cosas que parecen accidentales, una enfermedad, un divorcio, una muerte, hacen que uno se responsabilice por la vida", destaca.
El libro es la consolidación de un proyecto concebido mientras estuvo en terapia intensiva, inicialmente como una respuesta a la necesidad de "volcarme a mi misma en palabras y sentir que de esto saldría". A ese propósito se agregó la intención de comunicar a la gente su experiencia, de forma que pudiese compartir las herramientas que usó para superar la enfermedad.
"No quiero ser una consejera", destaca, pues su propósito no es reflejar una clave universal para vencer la enfermedad, sino mostrar su forma de salir de lo que estaba viviendo.
Bajo la premisa de que cada quien tiene injerencia sobre su vida, amparada en la idea de que "no se está a merced del destino", Daniela aprendió a "capitalizar el sufrimiento". Este concepto lo describe como la forma de "hacer alquimia con el dolor, de transmutarlo para convertirlo en algo beneficioso".
También considera que fue ese sentimiento de responsabilidad con ella misma lo que la llevó no sólo a superarlo sino a crecer como persona. Ese sentido de compromiso consigo lo traduce en "autoaceptación como víctima y victimario, la manera de responderle a la vida".
La joven actriz asume que lo verdaderamente necesario es entender que aunque las cosas no estén bien, el producto de esa experiencia se transformará en crecimiento. "El libro es una suerte de testimonio contado desde un lugar súper reflexivo, autoevaluando que muchas cosas las crea uno mismo", estima.
Hace una semana volvió a la pantalla chica dentro del nuevo proyecto dramático de Leonardo Padrón. El escritor le creó un personaje con las características que ella solicitó. "Yo no quería más dramas en mi vida y me dieron una persona llena de alegría", recalca. Eso es lo que ahora desea Bascopé después de las situaciones que vivió durante y después del cáncer.
Si tuviese que decir quién es hoy simplemente resume: "A eso le dedico las páginas finales de mi libro, así que invito a que lo lean". Ahora lleva una sonrisa por delante y asegura haber aprendido a apreciar más el tiempo que pasa con sus seres queridos, valorando cosas que antes pasaban inadvertidas.
Ayer fue el lanzamiento oficial de Vencer y vivir, una publicación de Editorial Aguilar que contó con la colaboración de la Fundación Bascopévan Grieken, que hoy sale al mercado venezolano. El libro es el resultado de un encuentro que tuvo Daniela consigo, en el cual descubrió que"el sufrimiento está allí por algo... está para ayudarnos a crecer".
Fuente:
http://www.eud.com
Anyimar Cova Lugo

Eva Ekvall: Una reina fuera de foco





Dice Eva Ekvall –28 años, Miss Venezuela 2000, tercera finalista en el Miss Universo 2001- que su figura le preocupa poco. Su cuerpo le resultó siempre muy grande, algo torpe. Los pies, enormes. Sus brazos procura taparlos y nunca se sintió orgullosa de sus piernas. Pero sí ha creído siempre que tiene buena cabeza, y no se queja. “Prefiero tener una buena cabeza que unas piernas bonitas”, escribe. “Buena cabeza y buenos senos”, vuelve a escribir y corrige: “Por lo menos de eso estuve convencida durante mucho tiempo”.
el viernes 12 de febrero de 2010, a Eva le diagnosticaron un cáncer de mama que, luego supo, ya había alcanzado la fase II de evolución. Cinco meses más tarde, fue sometida a una mastectomía doble radical: significa que le amputaron ambos senos. También le extrajeron 25 ganglios de la axila izquierda que, de tan inflamados, no la habían dejado dormir durante los dos meses anteriores a la cirugía. Su cabeza, por lo que le leo y le escucho, sigue intacta.
Cuando en septiembre 2000 le anunciaron que pondrían allí –sobre su cabeza– la corona de Miss Venezuela, Eva Ekvall dio medio paso atrás y se llevó una mano al pecho como si acabara de encontrar un bicho en el suelo, un bicho pequeño. Tenía 17 años entonces. No lloró. No dio lecos. A Eva le pasa que, justamente, donde todas tendrían razones para llorar, ella no llora. Ella escribe. Eso fue lo que comenzó a hacer apenas supo que tenía cáncer.
“Yo escribo para entender, para darle estructura a lo que pienso”, dice Eva Ekvall de sí misma, once años después de su coronación y cuatro meses después de haber superado el tratamiento contra la enfermedad. Ahora lleva la cabeza poblada de un cabello muy corto, apenas más largo de lo que lo tenía cuando Roberto Mata le hizo la foto de portada de “Fuera de foco”, su primer libro.
Fuera de foco de Eva Ekvall “Fuera de foco” llegó a las librerías de Venezuela en diciembre de 2010. Es una obra armada con textos sueltos, correspondencia con familiares y amigos, tweets y fotografías que datan de esa vivencia amarga de las quimioterapias, de la operación, de las radioterapias, que ocurría mientras seguía adelante con su vida: con su familia, con su trabajo como presentadora de noticias en un canal de televisión. “No es ni de casualidad un texto de autoayuda”, me cuenta Eva y dice la verdad. No hay en esas páginas consejos contra el dolor, ni recetas para la superación personal. Está su historia de febrero a octubre de 2010, bien entendida, bien puesta en una ciudad como Caracas, como sigue:
Viernes 12 de febrero de 2010, día del diagnóstico:
“Le dije al doctor que lo que tuviera que decirme a mí lo dijera en frente de mi familia. Y así fue. Me explicó que tenía que pasar por un número incierto de sesiones de quimioterapia y una mastectomía bilateral, seguida de radioterapia. Sí, se me iba a caer el pelo. Sí, me iban a amputar las lolas (los senos). (…) Yo estaba dispuesta a todo, pero tenía la certeza de que me iba a morir (…) Nos despedimos del doctor y nos montamos en el ascensor. Mis padres disimulaban su horror con sonrisas y palabras de aliento. Mi esposo, para no desmoronarse, les seguía la corriente, y yo, ya montándome en la camioneta (…) jugaba el juego de las sonrisas y en el fondo pedía que se acercara un malandro (ladrón) y me pegara un tiro de una buena vez”.
8 de mayo, cuatro días después de la cuarta sesión de quimioterapia:
“Justo antes de comenzar el tratamiento el doctor Palacios me examinó y con un gesto de incredulidad calculó que estoy 90 por ciento mejor. (…) Tantas cifras que se escuchan a diario, el dólar, el precio del kilo de aguacate, los secuestros, las víctimas mortales de cáncer (…) Y ¡por fin! ¡Una cifra a mi favor! (…) Luego de mi minicelebración le pregunté al doctor si eso significa que no me tengo que operar y básicamente me dijo que no abuse. La operación va, y va con todo, y la radioterapia también. Eso sí me ha costado digerirlo. Se me han caído hasta las pestañas, como dice Tania Sarabia: ¡tengo la cara como una nalga!”.
Tania Sarabia es una actriz venezolana, dedicada a la comedia. Otra mujer del mundo del espectáculo local que ha sobrevivido al cáncer de seno y que, como Eva Ekvall, forma parte de la asociación civil Senosayuda dedicada a la prevención de esta enfermedad. En Venezuela, este tipo de cáncer es la segunda causa oncológica de muerte entre las mujeres mayores de 45 años; cada año mueren unas 1.400 por esta patología y diariamente se reportan alrededor de 9 nuevos casos. Muchos hombres y mujeres del “showbiz” caraqueño –actrices de telenovelas, locutores, periodistas…Carolina Herrera— están preocupados por esa cifra y se ocupan de reducirla con campañas de información. Sí, en este país tan preocupado también por la belleza, donde la banca privada otorga créditos a las mujeres que quieren “hacerse las tetas”.
¿y qué tanto tienen que ver este furor por las prótesis mamarias con que haya tantos casos de cáncer de seno?
-La verdad es que a mí las prótesis me salvaron la vida –responde. Ellas impidieron que el cáncer se extendiera, actuaron como un muro de contención. Además, se supone que las mujeres que las tienen deben hacerse al menos un examen anual, para detectar tempranamente cualquier problema. Pero lo cierto es que no todas lo hacen, en parte porque los médicos no insisten en recomendarlo.
Eva Ekvall no dejó de trabajar mientras recibía tratamiento oncológico, con excepción de los días que le tomó recuperarse de la operación. Usaba pelucas para salir en pantalla a narrar la sección internacional del noticiario del mediodía. “Sentía que salir calva a la calle causaba cierto dolor o incomodidad en mi entorno y yo prefería ahorrarle ese malestar a la gente. Suficiente con las noticias que me tocaba darles”.
En el mes más duro de su relato, agosto, el cáncer fue para Eva la enfermedad que la convirtió en “caricatura”, en “estadística”, que le dejó “las cicatrices enormes” que evidenciaban lo que le había costado ganarse “muchos años de una larga e inatractiva vida”. Pero de septiembre de 2010 a esta parte, comenzó a creer que el cáncer ha cobrado fuerza en la misma medida en que los seres humanos se han hecho esclavos de los objetos. “Tal vez por eso -cree ahora- es que el tratamiento más común nos deja desplumados y a la intemperie, para saber de qué estamos hechos y qué es lo que realmente importa”.


¿Ella? Ella parece hecha de roble y lo que le importa es no perder nunca más el tiempo